Cerro Alajón

El Calcolítico o Edad del Cobre en La Zarza: el Cerro Alajón y el Apeadero

El Calcolítico o Edad del Cobre, que abarcó el III y parte del II milenio a.C. (aproximadamente 3.000-1.500 a.C.), se singularizó por los trabajos mineros y metalúrgicos relacionados con el cobre, de donde toma el nombre este período. Se caracterizó por la sedentarización de los habitantes que ocupaban un territorio, el afianzamiento de una economía de producción, el desarrollo de la estructura social que adquiere mayor complejidad y el surgimiento de las primeras actividades minero-metalúrgicas.

La evolución de este período en la comarca de Mérida, situada en el valle medio del Guadiana, y más concretamente en los poblados de Alajón y El Apeadero (término municipal de La Zarza), ha sido perfectamente estudiada  y analizada  por el doctor Juan Javier Enríquez Navascués, profesor titular de Prehistoria de la Universidad de Extremadura,  en sus publicaciones «El Calcolítico o Edad del Cobre de la cuenca extremeña del Guadiana: los poblados», «Las tierras de Mérida antes de los romanos (Prehistoria de la comarca de Mérida)» y «Prehistoria de Mérida. Cazadores, campesinos, jefes, aristócratas y siervos anteriores a los romanos».

Siguiendo al profesor Navascués, existe en la comarca de Mérida un buen número de poblados y yacimientos, que manifiestan una fuerte ocupación y explotación de este territorio, así como su interrelación. Estos asentamientos siguen una serie de premisas como el control del Guadiana y la desembocadura de sus afluentes, el control de los vados y caminos que conducen a ellos y la concentración en las tierras con mejor rendimiento agrícola. De este modo, destacan poblados en cerros que controlan visualmente su entorno como Alajón (La Zarza), La Palacina (Alange), Calvario (Mérida) y La Oliva (Oliva de Mérida); en suaves lomas controlando los cursos de agua y sus vados como El Apeadero (La Zarza), Los Olivares (Esparragalejo) y Las Viñas (San Pedro de Mérida), y abiertos en llanos fluviales como Vista Alegre y Los Corvos (Villagonzalo) y Araya (Mérida).

Dentro de las manifestaciones culturales de estas sociedades calcolíticas hay que señalar el arte rupestre esquemático, que aunque se inicia a finales del Neolítico, alcanzó su apogeo durante el Calcolítico, que se desarrolló en abrigos, cuevas y roquedos de las sierras de la comarca emeritense, entre los que se encuentran los abrigos de Las Viñas y La Calderita de La Zarza, en los que destaca la representatividad y calidad pictórica de sus ídolos y figuras antropomorfas.

Cronológicamente ubicado en el Calcolítico Pleno, es un cerro de 306 metros de altitud, que se corresponde con el prototipo de poblado enclavado en pequeños cerros de valor estratégico y con un amplio dominio visual del entorno. Está limitado al norte y este por el río Matachel, ya casi en su desembocadura en el Guadiana. Es una formación de pizarras arcillosas y cuarcitas, de mucha pendiente en su parte sur y más suave por la norte. Está rodeado de suelos aluviales o sedimentos arrastrados por el río de gran potencial agrícola junto al Matachel, y de pardo meridionales y xeroranker, estos últimos poco aptos para el cultivo; pero adecuados para el pastoreo y recogida de leña. A su vez se enclava en un paisaje de llano fluvial limitado por suaves lomas en torno a los 240 metros de altura. Se trata de un lugar estratégico desde donde se dominan los principales vados de la zona: Los Patos y el de La Estación o Apeadero de La Zarza.

El área de hallazgos se sitúa en su parte oeste flanqueado por una serie de afloramientos cuarcíticos. Ocupa un espacio pequeño de 50 x 20 metros, donde se realizaron excavaciones, descubriéndose los restos de una cabaña con zócalo de piedra totalmente arrasada. Entre los materiales destacan una punta tipo Palmela de cobre, de cuerpo ovoide alargado y apéndice corto que mide 4,5×1, 2×0, 4 centímetros. y un trozo de vaso de mármol sin decorar. También fragmentos de cerámicas pertenecientes a platos de borde grueso, vasos de paredes cerradas, cuencos, placas de arcilla con un orificio en cada extremo (16), algunos útiles de piedra tallada en sílex, cuarcita, pizarra y caliza como cuchillos (18) y puntas de flecha (13), y piedra pulida como hachas (14); acompañado por molinos de mano, molederas y pellas de barro con improntas vegetales. De la industria ósea destacan los punzones realizados en hueso (20).

Los restos de fauna aparecidos en el poblado son muy escasos, destacando huesos de équidos, así como de ovinos, caprinos, bóvidos, suidos o ganado de cerda y canis.

Cronológicamente se incluye en el Calcolítico Final o Campaniforme, del tipo de poblados situados en suaves lomas no muy destacadas junto a cursos de agua. Se trata de una suave loma de 240 metros de altura (la antigua estación de tren o apeadero de La Zarza) que se eleva sobre la margen izquierda del río Guadiana, junto a un vado permanente. Sobre las dioritas del lugar se extienden suelos aluviales junto con pardo mediterráneos y meridionales. El paisaje que lo rodea es el típico de llanura fluvial con colinas aplastadas que no superan los 250 metros de altitud.

La zona de hallazgos es una plataforma de 75 x 50 metros que se encuentra completamente arrasada donde han aparecido numerosos materiales arqueológicos como cerámicas prerromanas, romanas y medievales. Del Calcolítico destacan los cuatro objetos de cobre encontrados: un cincel completo, de talón plano y forma trapezoidal alargada a doble bisel que mide 8,4×1, 8×1,2 centímetros (figura 316); un punzón estrecho y alargado de sección rectangular redondeado en la punta cuyas medidas son 5,4×0, 6×0,6 centímetros (figura 315); un hacha incompleta de sección plana y forma trapezoidal que mide 5,9×4, 7×1,7 centímetros (figura 317) y un fragmento de sierra o puñal que se corresponde con el extremo superior de una lámina hecha a martillo con dos escotaduras en V (figura 314). También sobresale un ídolo esquemático, espatuliforme o de forma rectangular, alargada y sección plana; pero sin decoración oculada -ojos-, modelado en barro cocido de pasta rojiza, conservado solo en su parte superior que mide 4,4×3, 7×1,5 centímetros; presenta decoración muy esquemática realizada por medio de incisiones, que consta en la cara anterior de cinco trazos paralelos y oblicuos que parten de cada lateral y en la cara posterior ofrece líneas en zig-zag. Esta figura representa el final de la evolución estilística de los ídolos calcolíticos extremeños, es ya casi una abstracción de los ídolos oculados y supone la vulgarización de este tipo de representaciones en el que solo se ha mantenido la forma del soporte y detalles decorativos (figura 320). Otros objetos de importancia son fragmentos de cerámica campaniforme (figura 318), tres pequeñas cuentas de forma discoidea con perforación central inferiores a un centímetro (figuras 322-324) y una posible piedra de afilar de roca metamórfica que presenta dos ranuras profundas, una más ancha que la otra y una figura triangular; la parte posterior es plana, y todas las caras están bien cuidadas y alisadas con algo de pulimento, en uno de sus lados menores tiene una ranura en V, sus medidas son 9,7×5, 3×3,3 centímetros (figura 325). En cuanto a la cerámica son muy numerosos los platos de borde grueso, vasos de paredes cerradas, cuencos y placas de barro; de la industria lítica destacan los raspadores, perforadores, cuchillos, raederas, dientes de hoz, puntas de flecha, núcleos, lascas, pesas, hachas y azuelas. Al igual que en el cerro Alajón, aparecen molinos de mano, molederas y pellas de barro con improntas vegetales. De la industria ósea sobresale un punzón de asta pulida y aguzada. No se conocen restos de fauna.

No se han hallado restos de necrópolis y enterramientos tanto en el poblado del cerro Alajón como en el del Apeadero.

 


Fuente: Fabián Lavado Rodríguez  (Bibliotecario del Consorcio de la Ciudad Monumental de Mérida) Hoy La Zarza